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ATRACADOS Una vez arriba, el almirante nos felicitó y a la vez nos asignaron una nueva misión. No había descanso posible. La nave de la flota estelar USS Masada no había informado desde hacía bastante tiempo. Deberíamos ir en su búsqueda y averiguar qué sucedía. Pusimos manos a la obra y, tras un ataque de los piratas Elasi que pudimos fácilmente eludir, encontramos el Masada parado y con los escudos alzados. Spock informó que había 27 formas de vida en el interior de la nave. Luego, consultando con el ordenador, obtuvimos su código de identificación y una información altamente importante. La tripulación sólo se componía de 17 personas. ¿Quiénes serían los otros 10? Intentando comunicar con el Masada, nos llegó un mensaje desde su puente de mando. El pirata Elasi Cereth, había secuestrado a la tripulación y pedía la libertad de 25 prisioneros. Le dimos buenas palabras e intentamos desactivar los escudos desde el Enterprise para bajar y liberar la nave. Era sencillo, sólo necesitábamos saber el código que el ordenador nos había suministrado anteriormente. Una vez en la sala de teletransporte, encontramos al operador totalmente inconsciente. McCoy le reanimó y éste nos informó de que los piratas tenían retenida a la tripulación en la bodega del Masada. Nos ofreció alguna herramienta, pero ésta no sería totalmente necesaria. Pusimos rumbo a la bodega. Por el camino, encontramos un soldador y algunos otros utensilios que podrían ser útiles para arreglar el teletransportador. Dos hombres de Elasi fueron abatidos por nuestros disparos a la puerta de la bodega, a través de la cual se veía a los prisioneros. El sistema de apertura de la puerta estaba conectado a una potente bomba. Fue Spock quien consiguió cortar los cables y así liberar a los prisioneros. Uno de ellos nos informó que frente a la puerta del puente existía un campo eléctrico que impedía el acercarse a ella. Sólamente podríamos desactivarla, aplicando el soldador en un punto específico de la pared, justo a la izquierda de la entrada. Dicha herramienta tuvo que ser recargada con uno de nuestros phasers y, tras aplicarla en el punto indicado, la puerta se abrió. Con las pistolas en la mano, entramos en el puente, donde, tras un pequeño tiroteo, resolvimos el incidente y pudimos volver al Enterprise con las felicitaciones del almirante.
ARRIESGADO TRABAJO DE AMOR La misión que a continuación nos encomendaron tenía como objetivo localizar la base científica de la estación estelar Ark7 y sacarla del espacio Romulano, en donde se encontraba parada. Una vez avistamos el objetivo, recibimos un mensaje de una nave Romulana que nos invitaba amistosamente a morir. Estas naves tenían un dispositivo que las hacía invisibles a nuestros ojos y a los de nuestro radar. Pero nosotros también contábamos con un dispositivo que ellos desconocían: el brillo y el contrastre de nuestros monitores. Una vez abierto camino y teletransportados al interior de la nave, el Doctor McCoy nos informó que en el ambiente existía un virus que sólo ataca a los Vulcanianos. Spock estaba contagiado, era preciso encontrar rápidamente el antídoto. En un laboratorio, hallamos un sintetizador de sustancias a partir de gases, dos botellas y un transportador antigrávido para éstas. Seguimos recorriendo la estación y encontramos una llave inglesa y una tercera botella de gas. Con la llave inglesa abrimos un panel que se encontraba en sala de máquinas bajo el ordenador de la izquierda, donde localizamos material aislante y una rejilla a la derecha de la sala. En el sintetizador de gases fabricamos amoniaco y un poco de agua. Fuera de ese laboratorio, en una cámara frigorífica, se encontraba una cepa del virus Oroborus, que había contagiado a Spock, quien a esas alturas comenzaba a acusar ya gravemente su enfermedad. Debíamos movernos rápidamente. En una base de datos, conseguí la información que necesitaba. La fórmula del antídoto y la fórmula del gas TLTDH que atacaba a los romulanos. Con algo de amoniaco y gran cantidad de policarbonato, que anteriormente había sintetizado, conseguí el antídoto y el gas. Tuve que manejar tres sintetizadores diferentes, pero ahora no recuerdo el orden. Spock se curó inmediatamente, no sin antes presenciar una discusión de estilo jocoso a las que nos tenían acostumbrados tanto Spock como el Doctor. Sólo quedaba infectar a los romulanos con el gas TLTDH. Estos se encontraban en el piso inferior y no nos permitían el acceso por la escalerilla. Tal vez utilizando la rejilla que anteriormente habíamos abierto, fuésemos capaces de hacer que el gas llegase a sus pulmones. Efectivamente, así fué como logramos acceder a las bodegas. Allí curamos a los romulanos y encontramos a los científicos al mando de la estación ARK7, los cuales estaban maniatados y amordazados; lógicamente, éstos se alegraron muchísimo de ver como les liberábamos. Aunque también habíamos curado al Capitán Romulano, éste estaba tan deshidratado que no podía darnos ninguna información. Por suerte, teníamos algún vasito de agua en el bolsillo. El nos explicó que, cuando pusieron el ARK7 en funcionamiento, pensaban que las intenciones de la flota estelar eran otras. Se despidió de nosotros, no sin antes reconocer la honorabilidad de nuestros fines. Pedimos a Scott que nos subiese al Enterprise, donde nos esperaba el almirante para ser informado.
LA SERPIENTE ALADA Paseando por el espacio estelar, recibimos una señal de una nave que conseguimos interceptar. Inmediatamente, avisamos al capitán de la nave de su invasión del espacio estelar. Se trataba de Taraz, un Klingon que estaba tras la pista de un peligroso forajido. Conseguimos hacer un trato con él: nos permitirían investigar por nuestra cuenta durante 12 horas y al término de este plazo, volverían a cruzar las fronteras estelares para tomar cartas en el asunto. Bajamos al planeta donde se escondía el supuesto criminal. Nos recibió un hombre alto y delgado que vestía una gran túnica blanca. El doctor nos avisó rápidamente de que justo debajo de la glándula pituitaria del singular personaje había detectado la presencia de una considerable cantidad de energía. Hablamos con él y cuando llegamos a la conclusión de que era el mismo Quetzecoatl, aquel que era perseguido por los Klingons, éste nos arrojo un hechizo que nos envió directamente a una cueva donde nos quedamos totalmente incomunicados. Con ayuda de una piedra y apuntando a un determinado lugar conseguí desenredar una liana que nos ayudó a salir de nuestra prisión. Caminamos durante un buen rato por la selva y encontramos un individuo que nos cedió el paso rápidamente cuando le recordamos las batallas escolares a golpe de meteorito. El camino era cada vez más tétrico. Cuando me disponía a cruzar el río, el guardia de seguridad estelar que nos acompañaba no permitió que yo pasase por el tronco que atravesaba el río. Su lealtad le llevó a las fauces de una siniestra criatura de las tinieblas. Me había salvado la vida. Un poco más allá, encontré de nuevo a Quetzecoatl. Este nos preguntó si eran ciertas las acusaciones de genocidio que contra su gente se habían realizado. Comprendió nuestra respuesta afirmativa cuando le explicamos que todo apuntaba a que una deformación de sus doctrinas de autosacrificio había llevado a sus seguidores a exterminar a parte del pueblo Klingon. El sacerdote nos explicó que su poder residía, como McCoy había detectado anteriormente, en una glándula situada en su espina dorsal. No quería seguir siendo merecedor de dicho poder y nos pidió ayuda médica para extirparse aquella maldita fuente de energía. A bordo del Enterprise, y durante la intervención, una nave Klingon nos recordó que debíamos entregarles al prisionero. Ofrecimos la lógica resistencia, pero entonces las altas esferas de la flota estelar nos aconsejaron hacerles caso y entregarles al prisionero como habíamos acordado. Por supuesto, podríamos ser testigos silenciosos de la justicia Klingon. Estos no lo entendieron así y, poniendo en tela de juicio nuestra valía como guerreros, nos sometieron a diferentes pruebas para demostrar nuestro valor. Aparecimos teletransportados en una cueva donde una inmensa energía surgía del suelo impidiéndonos el paso hacia la puerta. Con ayuda de nuestros phasers pudimos derretir parte de una roca metálica para convertir una inocente astilla en un auténtico bate de beisbol que sería capaz de tragar toda la energía que se pusiese en su camino. Gracias a nuestros tricorders y a Uhura, pudimos acceder a otra sala donde la salida era cuestionada por un infantil juego de colores. Probé varias combinaciones, pero ninguna parecía ser correcta. Cuando a punto estaba de arrojar la toalla, mirando el color de los uniformes de Spock y del Doctor, conseguí volver a la sala del juicio donde, por desgracia, ya estaba todo predestinado. Quetzecoatl había sido culpable antes de leer el mismo veredicto...
LA VIEJA LUNA DEL DEMONIO Un satélite había captado actividad en el planeta Alpha Próxima. Nuestra siguiente misión consistía en averiguar qué diablos pasaba en aquel lugar. A nuestra llegada consultamos, como siempre hacíamos, el ordenador de a bordo. Aprendimos algo sobre las civilizaciones que allí habían residido y algo fundamental sobre sus sistemas matemáticos. Una vez en el planeta, encontramos un terreno lleno de piedras de trifosfato de plata. Recogí alguna por aquella manía mía de pensar que todo podría servir para algo. Más adelate, tropezamos con una puerta que se activaba con un código matemático. ¡Suerte de lecciones de aritmética! Un ordenador nos informó que la actividad en la estación lunar podría ser peligrosa para la paz de la federación. Los ordenadores seguían activos y en pie de guerra. Dentro de aquel bunker, algo nos llamó la atención. Una puerta con un lector de tarjeta magnética que registraba algo de energía al ser golpeada con las piedras que antes había encontrado, un láser para prospecciones mineras y un cable que podría servir para conectar dos ordenadores. Gracias a la lectura realizada por nuestros tricorders, pudimos investigar el interior del mecanismo que leía la tarjeta magnética necesaria para franquear aquella dichosa puerta. No fue demasiado complicado conseguir hacer un duplicado válido de esa llave con la ayuda del láser y algún que otro artefacto más. La sala a la que se accedía por aquel lugar, albergaba el ordenador activo que atentaba contra la vida de todos nosotros. Spock informó rápidamente que el problema se podría solventar haciendo una conexión entre ambas terminales para permitir que actuaran de forma paralela. Dicho y hecho. Ya no quedaba nada por hacer allí.