Submenú para Bioforge de PC
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Guía de Bioforge
Guía añadida por Administrador el 2003-10-03
Mi odisea comenzó en el preciso instante en que abrí los ojos. No puedo
decir que lo peor fuera la sensación de ver mi nuevo cuerpo; fue
precisamente la ausencia de sensación. Estaba tendido en una camilla
y sentía el calor de la vida recorriendo mis miembros, pero de una
forma eléctrica, no sosegada y constante como es normal entre los
humanos. Una mera mirada a mi cuerpo me bastó para comprender
que muchas cosas habían pasado desde la última vez que perdí la
consciencia. Asqueado, furioso y asustado a un tiempo, arremetí contra
el servorobot que me inducía a someterme. Sentir la nueva potencia de
mis férreos brazos impactando en la superficie metálica del robot
descargó todo mi coraje, y tan solo comencé a relajarme cuando el
maldito carcelero salió despedido contra la barrera energética de la
puerta. A continuación, mi nueva mente analítica me proporcionó la idea
de tomar del suelo un trozo de carne y un diario que consulté ávido de
información. Esto fue mucho más doloroso de lo que había pensado
porque no pude recordar si dicha información la había escrito yo.
Pero el ansia de libertad me dominaba y conseguí atravesar la celda
aprovechando el corto espacio de tiempo en el que la barrera
parpadeaba. Me encontraba así en una sala desde la que se accedía
a cuatro celdas idénticas. Dos de ellas parecían inaccesibles y la otra,
cuya barrera estaba también estropeada, se encontraba ocupada por
una extraña criatura de color azul que había perdido un brazo al intentar
escapar. Entré en la celda y, ante la negativa de la criatura a atender a
razones, cogí todos los objetos a mi alcance (otro diario electrónico,
una fotografía y un tenedor) y volví a salir lo más rápidamente posible
sin hacerle el menor daño, pues demasiado bien había comprendido
que tanto él como yo éramos sólo víctimas en semejante lugar. En la
foto aparecía una hermosa joven, y el diario explicaba que el ocupante
de la celda era un tal Caynan y había representado un puesto
importante allí donde quisiera que nos encontráramos hasta haber
sido sorprendido intentando ayudar a un prisionero a escapar.
También él había sido sometido a una operación como castigo. Con el
ánimo de averiguar más cosas, intenté salir del núcleo de celdas, pero
al forzar la puerta debí sobrecargar algún circuito y resultó inútil
intentar seguir usando la fuerza bruta. Con ayuda del tenedor, abrí un
pequeño panel cercano a la puerta y desabilité el sistema de seguridad
de la puerta uniendo los dos puntos luminosos por un haz de color
blanco, lo que se conseguía desplazando los cuadros rojos hacia arriba
y abajo. La siguiente estancia parecía una sala de guardia abandonada,
así que me dispuse a echar un vistazo a las muchas terminales de
ordenador que allí se disponían para recabar información. Las terminales de la pared del fondo controlaban las cámaras de
vigilancia de las celdas, pero también la frecuencia de las barreras de
sus puertas, de manera que desactivé la de la celda 4 y luego utilicé el
terminal de mantenimiento para reparar todos los sistemas averiados.
Al presentarme en la celda 4, conseguí una flauta y un nuevo diario
electrónico que pertenecía a un tal Martic Dane. Allí se hablaba de los
Mondites, de un tal Dr. Mastaba y mucha otra información interesante.
El plan estaba presto : recogí el brazo del desafortunado Caynan, regresé
a la sala de guardia y coloqué el brazo cerca del sistema de
reconocimiento de huellas que controlaba la apertura de la puerta.
Desde el terminal que controlaba el movimiento del servo-robot de la
celda 4 activé el modo manual y lo dirigí de tal forma que cogiera el brazo
de Caynan y lo colocara sobre el lector de reconocimiento de dactilares.
Luego introduje el código de acceso de Caynan que me habían
proporcionado los diarios (67879) para conseguir el permiso de acceso.
Volviendo luego a manipular el robot para que dejara el brazo en el suelo,
lo recogí y lo coloqué sobre el lector para abrir la puerta de la sala. El
camino estaba expédito. Me encontraba en un pasillo en el que pronto
observé la presencia de un gran ascensor. Lamentablemente, acto
seguido fui sorprendido por una unidad robotizada de vigilancia que,
todavía en funcionamiento, no dudó en dirigir sus proyectiles hacia mí.
Todavía pude correr, esquivar sus disparos y alcanzar una sala situada
en el extremo opuesto. Dicha sala parecía ser una sala de hibernación
en la que destacaban cuatro grandes cámaras, una de las cuales se
encontraba abierta por alguna razón. Pulsé un botón rojo para abrir una
compuerta circular e hice girar una rueda para liberar durante unos
segundos una gran cantidad de agua procedente del reactor. Tan
imprudente acción tuvo sus inmediatas y funestas consecuencias: la
pérdida de líquido debió desastibilizar las funciones de la cámara y,
pronto, un ordenador declaró el estado de emergencia. Estaba utilizando
el terminal para conocer datos sobre los ocupantes de las cámaras
cuando la puerta de una de ellas saltó por los aires dejando libre al ser
hibernado, un gigantesco animal salido del infierno mental de algún
genetista enloquecido. Respondiendo su brutal embestida, luché con él
hasta dejarle muy atontado y, cuando comenzó a vagar desorientado
por la sala, abrí rápidamente la compuerta y conseguí que cayera al
vacío. Estuve atento a los ruidos que venían del abismo y comprendí
que el animal debía estar luchando con alguna otra criatura.
Rápidamente, abrí de nuevo la rueda y el agua del reactor cayó
implacable por el agujero, congelando a mi viejo conocido y su
enfurecido amigo. Cuando descendí por las escaleras encontré a las
dos criaturas paralizadas durante su pelea, inofensivos pese a su fiero
aspecto. Recorrí entonces una estrecha plataforma, atravesé el agujero
de mi derecha y llegué al interior de la celda 2 donde, después de luchar
contra un guardián, me hice con un arma. Regresé a la sala de
hibernación y, desde allí, al pasillo principal, donde me dirigí
rápidamente al ascensor y conseguí entrar en la cabina. Fue entonces
cuando, desde una esquina del ascensor y aprovechando la protección
que me daban sus paredes, disparé repetidamente contra el gigantesco
hasta destruirlo. Conseguí así acceder al primer piso de la base, donde
destruí con el arma todos los pequeños robots guardianes y caminé
hasta el otro extremo de la sala. Un guardián desarmado llamado Roland
quedó horrorizado al verme y bastó con que le golpeara una sola vez
para que accediera a conectar el potente cañón situado a su lado. Lo que
sucedió entonces fue demasiado rápido como para recordarlo con
detalle, pero básicamente vi venir dos naves Mondites que pretendían
aterrizar en la base y utilicé el cañón para abatirles. Regresé entonces
al ascensor para dirigirme al cuarto piso donde destruí a otra unidad de
vigilancia robotizada y, finalmente, me dirigí al tercer piso donde, tal
como había hecho la primera vez, me escondí en una esquina de la
cabina para poder abatir tranquilamente al nuevo robot guardián. Luego
recorrí la distancia que me separaba de la puerta de la izquierda para
llegar a una situación que bien pudo haber sido mi total y definitiva
perdición. Me encontraba en lo que parecía ser una especie de
quirófano. No tardé en perder el control de mi cuerpo al presentarse
ante mi el propio Dr. Mastaba, quien logró semejante prodigio
manipulando un controlador electrónico que llevaba en la mano.
Explicó que había demostrado ser el sujeto idóneo para sus
experimentos en la búsqueda de una criatura perfecta que combinara
lo mejor de la inteligencia humana con la potencia de un androide y que
Dane, el antiguo ocupante de la celda cuatro y colocado ahora en el
centro del quirófano iba a convertirse en una criatura idéntica a mí. Pero Dane gritó que jamás permitiría semejante atrocidad, liberó uno
de sus brazos ya robotizados, se apoderó del controlador y lo destruyó.
Después de un instante de confusión perdí el conocimiento. Al
despertar me encontraba en el mismo lugar, pero Mastaba había
desaparecido. Dane me rogó que acabara con su vida para impedir que
le convirtieran en un monstruo y al quitarle la batería implantada en su
cuerpo puse fin a sus sufrimientos. Intercambié mi batería gastada con
la de Dane, recogí un equipo médico que había sobre el suelo e
investigué en los terminales para conocer datos sobre las actividades
de Mastaba, pero parte de la información sobre los sujetos que habían
intervenido en el proyecto era inaccesible y no pude averiguar casi nada.
Así pues, abandoné el quirófano y, después de abrir la puerta del pasillo
llegué a la sala de control de la base. Destruí un guardián que me acusaba
de ser el causante del fallo del reactor y leí su diario para averiguar datos
sobre cierta clave de acceso. Al entrar en una cabina, me coloqué
automáticamente un traje especial y utilicé los terminales de un prototipo
de caza de combate llamado proyecto Icarus, para acceder al hangar
donde se custodiaba el caza. Eliminé el soldado que lo vigilaba, recogí
tanto un inter-comunicador como un curioso cubo de color blanco, lleno
de filigranas, y descubrí que la batería de la aeronave estaba casi
descargada. Al parecer, como averigué consultando los distintos
terminales, en la base habían tenido problemas para encontrar una nueva
batería o recargar la existente, de manera que tendría que sacar el ingenio
a trabajar si quería recargarla y abandonar así la base. Por lo pronto, cogí
la batería del Icarus, la introduje en mi cuerpo y dejé la batería vieja al
lado de la aeronave. Estaba regresando a la sala de control cuando alguien
habló a través del inter-comunicador. Una mujer llamada Dra. Escher había
sido atacada por Mastaba y abandonada a su suerte en lo que parecía ser
el interior de unas excavaciones arqueológicas realizadas junto a la base.
Utilicé todos los terminales para aprender más sobre la situación de la
base y, en uno concreto, encontré los mandos que manipulaban un vetusto
pero funcional robot de carga. Lo activé y lo hice rodar por el pasillo hasta
la puerta de acceso al generador. Allí lo empujé violentamente contra el
robot que vigilaba la zona y ambos se perdieron en los abismos de tan
gigantesca sala. En otro terminal, encontré los pasos que debía dar para
silenciar el generador en caso de alerta y daba su código de acceso para
operar. Con estos últimos datos, y creyendo que el acceso era seguro, me
introduje en la sala del reactor y activé el panel de la plataforma para
poner en marcha el puente que llevaba a la consola de control del mismo.
Estaba ya alcanzando dicha sección cuando apareció en escena una
suerte de alien en manifiesta actitud hostil. Como no había tiempo que
perder en un combate de cuya victoria no estaba en absoluto seguro,
utilicé la artimaña de hacer que el alienígena me siguiera a través del
puente y desconectarlo cuando éste aún no había alcanzado la
plataforma. De vuelta a la consola de control, desactivé las dos cargas
laterales e introduje el código que había aprendido en los terminales de
la otra sala para impedir que la situación colapsara. El reactor seguía inestable pero al menos los temblores habían cesado.
Debía dirigirme a las excavaciones para intentar encontrar a la doctora
Escher, así que tomé el ascensor hasta el tercer piso y conseguí abrir la
puerta que conducía al exterior iluminando todos los cuadros del panel,
menos el del centro. Tomé un pequeño ascensor, recorrí sin detenerme
un largo pasillo protegido por robots, crucé un tunel y me dejé caer
sobre unos enormes cubos de color oscuro colocados sobre el lago de
ácido. Pasé de un cubo a otro hasta que no fue posible seguir avanzando
y en ese momento utilicé el cubo blanco que había encontrado en el
hangar para volar sobre el ácido hasta el próximo cubo oscuro. De
esa manera, conseguí llegar de nuevo a tierra firme y alcancé lo que
parecían ser los restos de una de las naves que había abatido con el
cañón de la torre. Entré en los restos de la nave, recogí un nuevo equipo
médico y repentinamente fui atacado por el capitán de la nave. Sabía que
yo era el culpable de haber masacrado a su tripulación y comenzó a
atacarme furiosamente hasta que conseguí terminar con su vida. A raiz
de eso conseguí una llave electrónica y una potente arma Tonfa que no
dudé en tomar a cambio del viejo modelo Blaster. La llave electrónica
abría la puerta que conducía a la sala de misiles, en donde el ordenador
encargado de las operaciones de disparo aún seguía funcionando.
A través del monitor de éste pude ver que el lago estaba habitado por
un monstruo gigantesco, de manera que disparé uno de los misiles y la
explosión resultante atrajo su atención lejos de la nave. Cuando la
colosal criatura estaba examinando el lugar del impacto, lancé un
segundo misil que le acertó de pleno, desmoronándose entre los
altivos pilares. Salí de los restos de la nave y encontré una bomba a
punto de explotar en el interior de su cilindro protector, así que dejé el
arma en el suelo y me apoderé de la bomba, crucé el lago utilizando el
cubo blanco donde era apropiado y pasando por encima del cadáver
del monstruo hasta alcanzar la plataforma que bordeaba el peligroso
lago. Sin perder un momento, entré en un túnel, dejé la bomba junto a
la compuerta y salí de nuevo al exterior para evitar ser alcanzado por
la explosión. Mi intención era seguir por el túnel, pero antes regresé a
los restos de la nave con el fin de recuperar mi nueva arma. Luego,
siguiendo al fin dicho túnel, encontré el interior de las excavaciones.
En una esquina yacía muribunda una mujer humana, acosada por un
pequeño alienígena alado al que no dudé en destruir usando una sabia
combinación de certeros disparos y contundentes golpes. La mujer, al
fin, se presentó como la Dra. Escher y me contó algunas cosas de
importancia amén de proporcionarme un equipo traductor digital y el
consejo de que lo usara en un lugar que ella llamaba el templo
alienígena. En la siguiente estancia fui repentinamente atacado por el monstruo
que creía haber atacado en la sala del reactor, pero le golpeé varias
veces y conseguí hacerlo huir. Finalmente, abrí la puerta de lo que
parecía ser un sarcófago que conservaba los restos de un alienígena
y desactivé el sistema de acceso, consiguiendo que el diamante
inferior contuviera la misma combinación de colores que el superior.
Esto me permitió obtener un extraño talismán de cuidado diseño. De
regreso a la sala donde yacía la doctora Escher, vi al monstruo
introducirse por un conducto de la pared, así que utilicé el talismán
junto al tubo y conseguí activarlo e introducirme por él. Había llegado
a una sala con cuatro tubos y un pilar en el centro que permitía el
acceso a una especie de teclado alienígena. Utilizando los símbolos
4-5-8 (numerándolos de izquierda a derecha y de arriba a abajo)
conseguí activar otro de los tubos y llegar a un extraño lugar sin
gravedad, donde disparé en el momento adecuado mi arma para
conseguir un efecto de retroceso que me ayudó a entrar por el
agujero opuesto. Había llegado así a una sala con el suelo de cristal,
desde la cual se contemplaba la hermosa ciudad de los Phyxx. Pero
de repente, el monstruo de la sala del reactor apareció por tercera
vez revestido por una extraña armadura reflectante. Teniendo cuidado
con los paneles fijos del suelo, me lancé a un nuevo combate cuerpo a
cuerpo contra el monstruo y, esta vez, después de hacerle caer un
elevado número de veces, conseguí eliminarle fácilmente. Cogí el
objeto que le proporcionaba la armadura, un cubo reflectivo, y lo
utilicé para atravesar la barrera invisible colocada en la puerta. Me encontraba en una nueva sala con un terminal de ordenador que me
permitió restablecer el suministro de energía resolviendo una curiosa
prueba: debía rellenar de color los hexágonos oscuros eligiendo una de
las seis direcciones posibles, pero debía tener en cuenta que los
iconos funcionaban una vez en la dirección que indicaban y otra vez en
la dirección opuesta. Resuelta la prueba, recibí la inesperada visita de
Gen, el patriarca de los Phyxx y líder de los escasos habitantes de la
ciudad. Gen me expresó con claridad cual era la situación del reactor y
del asteroide donde se asentaba la base y supe que debía limpiar cierto
canal de salida de asteroides si pretendía usarlo para sacar a Icarus
por allí. El amable Gen también me entregó una batería de gran potencia
que introduje en mi cuerpo y me permitió cargar el arma con el que
Mastaba había provisto a mi estructura cibernética. Regresé a la sala
de los cuatro tubos, utilicé la secuencia 3-4 del pilar central y entré por
el nuevo tubo para llegar al anillo de gravedad. Con ayuda de las flechas
colocadas sobre el suelo conseguí girar los anillos partiendo del más
exterior para hacer coincidir las lineas azules en la parte inferior. El
centro del anillo se abrió y todas las rocas salieron despedidas. Volví a
la sala central y utilicé la combinación 3-4-8 para activar el último tubo
que quedaba, pero no conseguí entrar por él. Así que activé un monitor
colocado a su derecha y descubrí que dos marines habían entrado en el
tiempo alien. Utilicé uno de los interruptores para elevar la esfera del
agujero central y, cuando uno de los marines intentaba descubrir lo que
ocurría, la hice bajar de nuevo provocándole una horrible muerte. Elevé
de nuevo la esfera, pero inesperadamente el otro marine lanzó una
granada por el agujero de los anillos que llegó hasta la sala en la que yo
me encontraba. Rápidamente, corrí hacia la granada y, tomándola en mi
mano, la lancé de vuelta por el tubo hasta que explotó arrebatándole la
vida al marine. De vuelta al lugar donde encontrara a la doctora Escher,
descubrí que ya no se encontraba ya en ese lugar. Todo inducía a pensar
que los Mondites se la habían llevado y habían sellado la entrada para
impedirme escapar. Pero mi mente cibernética no estaba exenta de
recursos y, destruyendo un robot enemigo y tomando un diario del suelo
descubrí una clave de acceso; luego me bañé con la armadura
arrebatada al alienígena reincidente y utilicé el tubo situado junto al
monitor para abandonar la ciudad. Una vez en el templo, utilicé el
traductor que me entregara la doctora Escher para descifrar los textos
escritos en las tres paredes del templo y regresé a la plataforma que
rodeaba el lago de ácido. Dos marines intentaron sin éxito detenerme y
alcancé el largo pasillo de acceso justo en el momento en el que
Mastaba abandonaba el satélite a bordo de una enorme nave y
amenazaba con utilizar a la doctora Escher para continuar con sus
siniestros experimentos. Esquivé los disparos realizados desde la
nave y alcancé el ascensor, pero no pude evitar que Mastaba huyera.
Debía alcanzar cuanto antes el centro de control, así que eliminé un
nuevo enemigo, recogí su diario para averiguar la nueva programación
de la puerta de entrada a la base y conseguí desactivar dicha puerta
iluminando los tres cuadros superiores y los tres inferiores del panel.
Cogí el ascensor hasta el tercer piso, destruí al último guardián, entré
en el quirófano y utilicé el código 36528 en el terminal para acceder a
los datos reservados y conocer el nombre y aspecto físico del ser
humano que había sido yo antes de la operación. Mastaba había huido,
pero mi libertad estaba muy próxima. Bajé al hangar del Icarus,
intercambié la batería que me había dejado allí en mi anterior visita y
coloqué la batería alienígena en la aeronave. Cuando despegó, ocurrió
algo que me llenó de esperanza respecto a mi incipiente vida como
androide, pero ésa es otra historia y quizá deba ser contada en otra
ocasión...
Solución por CAAD
HTML por LMG